No partió.
Se hizo tierra
como se hace árbol
quien ha vivido con las manos abiertas.
No pidió mármol,
ni himnos,
ni tronos.
Dejó apenas
una taza con yerba tibia
y un banco de madera
bajo la parra.
Ahí
empieza la política.
En el silencio que escucha,
en el decir que no olvida al hacer.
Pepe fue semilla
que no gritó serlo.
Fue surco y fue lluvia,
sombra en verano
y palabra sin doblez.
Mientras otros
visten promesas de seda,
él anduvo descalzo
hablando de tiempo,
de amor,
de cosas que no cotizan en bolsa.
Murió como vivió:
dejando encendida
una vida que no se apaga.
Y en cada mate compartido,
en cada gesto honesto,
vuelve.
Sin ruido.
Como la raíz.
¡Hasta siempre Pepe!
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Pepe Mújica |
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